Los ríos que desembocaban en las zonas lacustres portaban grandes cantidades de sedimentos que la erosión había arrancado a la recién formada cordillera. Estos se acumulaban en el fondo de los lagos y sobre ellos caían grandes cantidades de materia orgánica procedentes de los bosques. La escasez de oxígeno en el agua estancada y la llegada de nuevos aportes de materia orgánica impedían que los ciclos de descomposición se completasen, lo que dió origen a sedimentos orgánicos oscuros que, al compactarse, se convirtieron en carbón.