El agua que se filtra por las dolinas pasa a circular por los numerosos conductos de origen kárstico que recorren el interior de los macizos. Las dos moles calizas que delimitan las hoces cuentan en su interior con una intrincada red de conductos que suman varios kilómetros de longitud. Poco a poco, el agua desciende por el interior de los macizos y acaba alcanzando el Torío a través de las “surgencias”, que no son más que los puntos por donde el agua que circula por el endokarst, sale al exterior.