En aquellos frondosos bosques carboníferos se generaban ingentes cantidades de materia orgánica. Miles de toneladas de restos vegetales se mezclaban con los sedimentos en el fondo de los lagos y pantanos, para luego empezar a descomponerse. Sin embargo, la escasez de oxígeno en el agua estancada impedía que la descomposición se completase; así, el carbono se fue acumulando, en detrimento de otros elementos químicos que eran emitidos a la atmósfera en forma de gases. El resultado fue la formación de unos sedimentos oscuros, muy ricos en carbono, que acabarían por originar el carbón.