Los procesos kársticos, o lo que es lo mismo, la disolución de las rocas calizas por parte del agua, también han jugado un papel muy importante en la incisión del Torío en las hoces. A lo largo de la evolución de las hoces, han existido episodios en los que el río discurría mayoritariamente por la superficie (1). Sin embargo, la fisuración de las rocas calizas que delimitan las hoces favoreció que el agua las disolviese desde dentro, lo que acarreó la aparición de conductos por los que drenaban los macizos de Fresneda y de Valporquero; el propio Torío ha circulado, al menos parcialmente, por diversos conductos subterráneos a lo largo de su evolución (2). Todos estos conductos subterráneos próximos al cauce superficial acaban por incorporarse al mismo (3), ya que constituyen “puntos débiles” sobre los que actúan rápidamente diversos agentes erosivos. El resultado del proceso es un río cada vez más encajado.