El nivel de base
La dinámica de los conductos de origen kárstico que se extienden por el interior de un macizo, depende de la evolución del río que drena el valle. Este río principal marca el “nivel de base” del sistema acuífero del macizo, es decir, el nivel hacia el cual todos los arroyos tienden a dirigirse, siguiendo siempre el camino más estable que sea posible en cada momento.
Cuando el cauce del río principal aún está poco encajado (1), sus afluentes discurren sobre la superficie, ya que este es el camino más directo y estable. Sin embargo, a medida que el río se va encajando (2), el nivel de base del sistema desciende, lo que repercute de forma directa en la dinámica de sus afluentes. Si el terreno es calizo, los procesos kársticos favorecen la disolución de la roca y la aparición de conductos subterráneos, utilizados por los arroyos para alcanzar el nivel de base. En estos casos, el arroyo pasa a circular por el subsuelo, y vuelve a aflorar muy cerca del río principal a través de una “surgencia”. Con el paso del tiempo, el río principal continúa encajándose (3); los conductos subterráneos esculpidos por los arroyos en fases anteriores van quedando cada vez más alejados del nivel de base, por lo que dejan de constituir un cauce estable. Entonces se forman nuevos conductos por debajo de los anteriores, lo que acarrea el abandono de las surgencias situadas en cotas más altas, a costa de utilizar otras más bajas y próximas al cauce del río principal.
