De repente, un gran desnivel
El hundimiento de la “fosa berciana” provocó que, de forma relativamente súbita, la cuenca del Sil ganase un gran desnivel. Entonces, el río cobró muchísima energía, gracias a la cual vio incrementado su poder erosivo. La primera consecuencia fue que, en algunos puntos, su cauce se hizo mucho más profundo, ya que pudo labrar grandes gargantas. Pero además, tanto el Sil como sus afluentes, vieron incrementada su capacidad erosiva en sus cabeceras. En virtud del proceso denominado “erosión remontante”, sus cabeceras fueron retrocediendo paso a paso, ocupando cotas cada vez más elevadas. Poco a poco, la configuración de la cuenca fue cambiando y, en ocasiones, tanto el Sil como sus afluentes se topaban con otros ríos. Cuando esto ocurría, les arrebataban sus cabeceras, que pasaban a tributar al Sil en virtud de un proceso denominado “captura fluvial”. El Sil capturó las cabeceras de diversos ríos leoneses, como el Tremor, el Boeza, el Omaña y el Luna que, en una primera fase, perdió todos sus arroyos tributarios de los valles del Alto Sil y de Laciana.
