Un clima tropical
El planeta Tierra está constituido por una serie de capas que, de forma muy simple, pueden ser agrupadas en tres: el núcleo, el manto y la corteza. A su vez, la corteza cuenta con varias placas que flotan sobre el manto y que tienen cierta movilidad. Estos movimientos son responsables de que, a lo largo de la historia geológica, se hayan abierto nuevos océanos, a costa de que otros desaparecieran. De igual modo, la colisión entre dos placas provoca la aparición de una cordillera, fenómeno denominado “orogenia”. Todos los acontecimientos relacionados con los movimientos de las placas de la corteza terrestre se agrupan bajo la denominación de “tectónica de placas”. De forma más concreta, los movimientos de las placas provocaron que la cuenca marina en la que se formaron las rocas de la cordillera Cantábrica se desplazase a lo largo del tiempo, ocupando ubicaciones diferentes en cada periodo. Durante el Devónico Medio, esta cuenca marina estaba situada en el trópico sur, a unos 8.000 kilómetros de la posición actual de la Cordillera. En estas latitudes, el clima era cálido y las aguas estaban limpias y muy oxigenadas. Estas condiciones eran idóneas para el desarrollo de organismos con esqueletos de carbono de calcio, como los corales y algunas esponjas, cuya proliferación dio lugar a grandes arrecifes.
