En aquellas rocas que han permanecido mucho tiempo expuestas a la atmósfera se reconoce una superficie irregular, con coloraciones que van desde un amarillo vivo hasta el rojo más intenso, pasando por tonos ocres y cenicientos. En algunos puntos, estas superficies también aparecen tapizadas por pequeñas oquedades como las de la imagen; se trata de los huecos dejados por determinados minerales, sobre todo del grupo de los sulfuros, al oxidarse y ser disgregados. Sin embargo, las superficies que llevan menos tiempo expuestas a la intemperie muestran un aspecto más homogéneo y su tonalidad es mucho más oscura.