Las calizas son muy abundantes en el valle de Arbas, sobre todo en el cordal montañoso que lo delimita por el norte. Por ello, también son frecuentes los “procesos kársticos” que las afectan y que tienen su base en la capacidad del agua para disolverlas cuando se combina con el dióxido de carbono de la atmósfera. En estas montañas calizas abundan las “formas exokársticas”, que se manifiestan en la superficie de las rocas, como las acanaladuras o “lapiaces”, dolinas, etc.; y las “endokársticas”, que se desarrollan en el interior de las calizas y generan cuevas, simas, conductos subterráneos, etc.