Tras el deshielo, muchos de los circos glaciares del valle reunían los ingredientes necesarios para que se formasen glaciares rocosos: temperaturas bajas, humedad relativamente alta y afloramientos de cuarcitas en las paredes de los circos que aseguraban el suministro de fragmentos de roca. De este modo, bajo un clima más cálido que durante la glaciación, pero aún lo bastante frío como para que se formase hielo entre los fragmentos de roca, surgieron varios glaciares rocosos a lo largo del macizo de Valdeiglesia y en otros circos cercanos. Algunos de ellos tienen pequeñas dimensiones, pero otros están muy bien desarrollados y muestran un aspecto modélico. Algunos de los más destacados son el glaciar rocoso de Braña Librán (1), de peña Carnicera (2), de Valdeiglesia (3), de El Mur (4) o los glaciares rocosos de Braña La Pena (5, 6 y 7). En la actualidad, todos los glaciares de la cordillera Cantábrica, incluidos los de Salientes, son “relictos”, es decir, no funcionales. Esto se debe a que ya no existe hielo entre los bloques de roca, por lo que los glaciares rocosos han perdido plasticidad y ya no experimentan desplazamientos.