Cuando se depositaron las rocas de la Formación Formigoso, las comunidades biológicas aún se estaban recuperando de la intensa glaciación que dominó el planeta a finales del Ordovícico. La biodiversidad no era elevada y la mayoría de las especies eran generalistas, capaces de sobrevivir en ambientes sometidos a cambios ambientales frecuentes y de aprovechar una gran variedad de recursos.