Los glaciares rocosos no tienen origen glaciar, pero la existencia de glaciaciones previas sí puede influir en su dinámica. Durante la última glaciación registrada en la cordillera Cantábrica (hace unos 30.000-40.000 años), las lenguas de hielo esculpieron numerosos circos glaciares que posteriormente actuarían como zonas en las que se acumulaban grandes cantidades de fragmentos de roca (que acabarían alimentando a los glaciares rocosos). Además, una vez remitida la glaciación, las rocas que delimitaban los circos se vieron liberadas del peso del hielo y, por lo tanto, fueron “descomprimidas”. Esto favoreció la rápida aparición de numerosas fisuras, las cuales, con la ayuda del hielo que se formaba en su interior, dieron lugar a numerosos bloques de roca que caían hacia los circos.