Tras la innegable belleza de la cascada de Lumajo, bajo su atractivo manto de blanca espuma y escondida detrás del rugido de sus aguas, existe una realidad geológica que se pone de manifiesto en los distintos grados de resistencia que muestran las rocas en función de su naturaleza. No se trata de un hecho aislado, ya que la diferente respuesta de las rocas a la erosión juega un papel de primer orden en CUALQUIER paisaje, pero la presencia de un elemento como el río Almuzarra que, de forma indirecta, se ve obligado a acomodarse a dicho proceso, facilita su reconocimiento en el campo.